Compenetrarse del apostolado de guardiana del
instituto de la familia y de su elevada tarea en la conducción de las almas, a
las que propició su renacimiento físico.
Todo compromiso con el bien es de suma importancia
en el Mundo Espiritual.
Apartarse de las apariencias y de las fantasías,
consagrándose a las conquistas morales relacionadas íntimamente con la vida imperecedera,
sin sujetarse a los convencionalismos absorbentes.
El retorno a la condición de desencarnado significa
volver a la conciencia profunda.
Identificarse con las enseñanzas cristianas que han
situado su alma en los servicios de la maternidad y de la educación, en los
deberes de la asistencia y en las bendiciones de la mediumnidad santificante.
Quien huye de la oportunidad de ser útil, se engaña
a sí mismo.
Sentir y comprender las obligaciones relacionadas
con las uniones matrimoniales desde el punto de vista de la vida multimilenaria
del Espíritu, reconociendo la necesidad de las pruebas regenerativas que tienen
la mayoría de los matrimonios terrestres.
El sacrificio representa el precio de la alegría
real.
Oponerse a cualquier artificio que intente transformar
el casamiento en una simple ligazón sexual, carente de las bellezas propias de
la maternidad.
Junto a los hijos se apagan los odios, se sublimiza
el amor y armonizan las almas para el resto de la eternidad.
Reconocer un grave delito en el aborto, que arroja
al corazón femenino en las redes del infortunio.
Sexo desvirtuado, camino de expiación.
Preservar los valores íntimos, midiendo sus
actitudes con prudencia y realismo frente a sus deberes de hermana, hija,
compañera y madre.
El trabajo de la mujer es siempre la misión del
amor extendiéndose al infinito.
Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada
y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha
escogido la buena parte, la cual no le será quitada. LUCAS, 10:41-42
Tomado del Libro: Conducta Espírita. Mensaje 1.
André Luiz / Waldo Vieira