La vida diaria con sus innumerables afanes, problemas y preocupaciones nos absorbe, agotando nuestro tiempo, esfuerzos y energías, manteniéndonos casi siempre sumidos en un ambiente materialista, consumista e inmediatista que hace que muchas veces nos olvidemos de las realidades espirituales propias del ser humano; gran parte de la humanidad pregona a los cuatro vientos su ateísmo y desconsideración respecto a la posibilidad de la existencia de un algo trascendente en el hombre, viviendo así una vida superflua y vacía.
Desde la antigüedad muchas culturas, creencias, doctrinas y filosofías postularon la naturaleza espiritual del hombre y su trascendencia después de la muerte, pero escasamente pudieron aportar pruebas de tales realidades, quedándose en el terreno de los indicios que no siempre fueron satisfactorios para los científicos y los racionalistas de todos los tiempos. Para otros, tales evidencias fueron suficientes para afianzar sus creencias en las realidades psíquicas y espirituales del hombre.
Algunos pensadores valerosos y hombres de ciencia como Emmanuel Swedenborg, William Crookes, Allan Kardec, Gustavo Geley, Cesar Lombroso y Charles Richet se atrevieron a enfrentar y abordar con su saber y su prestigio esta compleja temática, dedicando su inteligencia, recursos y energías a indagar la posibilidad de la existencia del espíritu como constitutivo esencial, inmaterial y trascendente del ser humano, empleando la investigación rigurosa y exhaustiva de una variada fenomenología espiritual, mediante la experimentación controlada, anunciando posteriormente ante la comunidad científica y el mundo sus resultados positivos.
De esta manera, la existencia de los espíritus y sus manifestaciones salió del campo del misterio y del misticismo para caer en el terreno firme de la ciencia, dando origen a disciplinas como el Espiritualismo Moderno, la Doctrina Espírita, la Metapsíquica, la Psicobiofísica y la moderna Transcomunicación Instrumental, que han aportado solidas evidencias en favor de la existencia de la dimensión trascendente del hombre y temas conexos como vida antes y después de la vida, la mediumnidad, la reencarnación, la memoria extra-cerebral, la evolución del espíritu y otros afines.
Sin que podamos ni debamos desconocer tales investigaciones, avances y resultados, bien valdría la pena abordarlos, ya sea como estudio serio o como cultura general, para romper un poco con la vorágine materialista y violenta que nos abruma diariamente y poder aportar así un poco de alimento espiritual y moral a nuestras sedientas almas. De esta manera el espiritualismo racional y su fenomenología pasan a ocupar un lugar muy importante en nuestras vidas.
Álvaro Vélez Pareja
Periódico el Universal
6 de marzo de 2014
