Nadie puede servir a dos señores; porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y despreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas. (San Lucas, cap. XVI, v. 13).
Entonces, un joven se acercó a él y le dijo:
Maestro bueno ¿qué bien debo hacer para tener la vida eterna? Jesús le
respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Más si quieres entrar
en la vida, guarda los mandamientos. ¿Cuáles mandamientos? Le preguntó. Jesús
le dijo: No matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no dirás falso
testimonio. Honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo. El joven le respondió: He guardado todos esos mandamientos,
desde mi juventud; ¿qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto,
anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el
cielo; después, ven y sígueme. El joven, oyendo estas palabras, se fue muy triste,
porque tenía muchos bienes. Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo
que es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Otra vez os digo: Es más fácil que un camello pase
por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos. (San Mateo,
cap. XIX, v. de 16 a 24; San Lucas, cap. XVIII, v. de 18 a 25; San Marcos, cap.
X, v. de 17 a 25).
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