El árbol que produce frutos malos, no es bueno, y
el árbol que produce frutos buenos no es malo; porque cada árbol se conoce por
sus frutos. No se cogen higos del espino, y no se vendimian uvas de las zarzas.
El hombre de bien saca las cosas buenas del buen tesoro de su corazón, y el
malo saca las malas del mal tesoro de su corazón, porque la boca habla de lo
que está lleno el corazón. (San Lucas, cap. VI, v. 43, 44 y 45). Guardaos de los falsos profetas que vienen a
vosotros cubiertos de pieles de ovejas y que por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los reconoceréis. ¿Se pueden coger
uvas de los espinares o higos de las zarzas? Así todo árbol que es bueno produce
frutos buenos y todo árbol que es malo produce frutos malos. Un árbol bueno no
puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos.
Todo árbol que no produce frutos buenos será cortado y echado al fuego. Los conoceréis,
pues, por sus frutos. (San Mateo, cap. VII, v. de 15 a 20).
Guardaos de que alguno os engañe; porque vendrán muchos
en mi nombre y dirán: “Yo soy el Cristo”, y a muchos seducirán.
Se levantarán muchos falsos profetas que seducirán
a muchas personas; y porque la iniquidad será abundante, la caridad de muchos
se resfriará. Más será salvo el que persevere hasta el fin.
Entonces, si alguno os dijere: El Cristo está aquí,
o está allí, no lo creáis; porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas
que harán grandes prodigios y cosas sorprendentes, hasta seducir, si fuere
posible, a los mismos escogidos. (San Mateo, cap. XXIV, v. 4, 5, 11, 12, 13,
23, 24. San Marcos, cap. XIII, v. 5, 6, 21, 22).
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