Cuando vino
hasta el pueblo, un hombre se acercó a Él, se arrodilló a sus pies y le dijo:
Señor ten piedad de mi hijo, que está lunático y sufre mucho, porque cae a
menudo en el fuego y a menudo en el agua. Yo lo presenté a tus discípulos, pero
no pudieron curarlo. Y Jesús respondió diciendo: ¡Oh raza incrédula y depravada!
¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os sufriré? Traedme a ese
niño. Y Jesús, habiendo amenazado al demonio, él salió del niño, que fue curado
en el mismo instante. Entonces los discípulos vinieron a Jesús aparte y le
dijeron: ¿Por qué no pudimos expulsar ese demonio? Jesús les respondió: Fue por
causa de vuestra incredulidad. Porque en verdad os digo: si tuviereis fe como
un grano de mostaza diríais a esa montaña: Transpórtate de aquí para allá y
ella se transportaría, y nada os sería imposible. (San Mateo, cap. XVII, v. de
14 a 19).
No hay comentarios:
Publicar un comentario